Viernes, 17 Noviembre 2017 11:41

Arte y psicoanálisis (Primera parte)

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Desde la psicología, son diversas las formas de abordar la producción y experiencia de lo artístico. En este caso pretenderemos dar una mirada desde el psicoanálisis.

 

En términos generales, el arte se puede entender como una representación humana que expresa simbólicamente formas particulares de significación, mediante la transformación de la materia. Por ejemplo el dibujo, como forma de representación de representación artística compuesta de marcas y líneas realizada sobre una superficie, por medio de diversos materiales y caracterizado por un componente cinético de movimiento.

 

En sus orígenes, el arte se encuentra ligado a la evocación mágica y a los emblemas de riqueza y poder; es por ello que desde el comienzo de su historia el hombre ha agregado a la fabricación de objetos un excedente que va mas allá de un simple carácter funcional y que más bien se encuentra ligado con la forma y la decoración.

 

Mas o menos desde el siglo XIX, los psiquiatras comenzaron a interesarse en la producción artística de los enfermos mentales; seguidamente los pedagogos alentaron la expresión creadora en los niños por medio del arte. Posteriormente, surgieron terapias basadas en los procesos artísticos tales como, el psicodrama, musicoterapia, danzaterapia y las diversas técnicas plásticas (dibujo, pintura y escritura).

 

En general podemos decir que la en la historia el arte y el psicoanálisis se han casado y divorciado varias veces en los últimos 120 años. A primera vista se trata de dos campos que deberían llevarse bien puesto que ambos se ocupan de la creatividad. El arte de los resultados de la creatividad y, por su parte, el psicoanálisis sobretodo del proceso. Ambos hablan de las imágenes: el psicoanálisis de las imágenes de los sueños y fantasías; el arte de imágenes como producto material del artista. Por último los dos campos exigen un enfoque histórico: el arte en relación con las cronologías de la cultura, la documentación y el estilo, mientras que el psicoanálisis, con la historia evolutiva del individuo. La primera unión de estas dos áreas ocurrió a finales del siglo XIX, cuando Sigmund Freud inició el trabajo que culminó en la formulación del psicoanálisis.

 

En cuanto al abordaje psicoanalítico respecto al arte que muestra la obra de Freud, se puede apreciar una doble vertiente. La primera, acentúa la figura del artista, cuya obra está en directa relación con su obra personal. La segunda, considera al arte como un proceso de simbolización; el mismo proceso que obra en el inconsciente individual y que preside la cultura.

 

Respecto a la primera vertiente, se dice que la obra se relaciona con el artista, el cual según Freud se adecua notablemente a la realidad transformando conscientemente sus impulsos inconscientes al realizarla, a través de la organización de sus experiencias por medio de la reelaboración simbólica, por lo cual cobra un nuevo sentido. Por otra parte, si el arte libera al artista de las fantasías que han sido forjadas en su infancia, permitiéndole domesticas sus fantasmas, éste se descarga de un afecto y lo domestica en el proceso artístico.

 

Es así como el proceso de realización de la obra podría sintetizarse diciendo que un acontecimiento de orden afectivo, grabado profundamente en la mente del artista, produce un afecto que descarga en el arte, por lo cual, la obra de arte sería un sustituto de las fantasías producidas por el inconsciente individual. Por esa vía es que podemos considerar que la obra de arte se produce por un mecanismo de defensa de sublimación al derivar la pulsión sexual del sujeto hacia otros objetos no sexuales (la obra artística propiamente dicha en este caso). Este proceso de sublimación es el que permite la realización de la cultura y por lo tanto también del arte. Al respecto, Freud en su libro Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci dice: “la observación de la vida cotidiana de los hombres nos muestra que su mayoría consigue derivar hacia su actividad profesional una parte muy considerable de sus fuerzas instintivas sexuales. La pulsión sexual es particularmente apropiada para suministrar esas aportaciones, pues resulta susceptible de sublimación, esto es, puede sustituir un fin próximo por otros desprovistos de todo carácter sexual y eventualmente más valiosos”.

 

Desde este contexto, podemos observar cómo la personalidad del artista, individuo especialmente dotado para la sublimación, responde esencialmente a una estructura narcisista, la cual busca la satisfacción en sus propios procesos mentales y desea sentirse autosuficiente, encontrando en el arte la vía para realizar sus fantasía de poder ilimitado de creación. El arte sería un elemento intermedio entre la realidad y la imaginación. Realidad que frustra los deseos y el mundo de la imaginación que los colma; una región en la que las tendencias a la omnipotencia de la humanidad primitiva se mantiene aún en plena vigencia.

 

La otra dimensión que se tiene del nacimiento del arte, es la búsqueda de la inmortalidad, ya que, gracias al arte, el artista logra sobrepasar su condición de mortal. Tanto en el autor como en el receptor de la obra, reencontramos nuevamente el concepto de sublimación, como el proceso que permite desplazar el impulso sexual hacia la apreciación de la belleza.

 

Freud cree que el origen del arte se encuentra en el psiquismo del artista y ataca la idea del artista como genio. Éste es un hombre regido por los mismos principios psíquicos que el común de los hombre, nada extraordinario posee fuera de la capacidad de transformar, mediante la sublimación, los impulsos primarios que tienen todos los humanos.

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